El estudio de la motivación describe las causas del inicio y del mantenimiento de las conductas. Debido a la complejidad de este fenómeno y la dificultad de observarlo directamente, su descripción y explicación varía según los diferentes enfoques teóricos. En general se puede decir que la motivación afecta y se compone de un componente emocional, uno cognitivo y/u uno motor, que se constituye y se origina a partir de cambios fisiológicos, conductuales, cognitivos y/o sociales, y que puede dar lugar a deseos, intenciones, expectativas y planes para cubrir necesidades o carencias, buscar el placer o cumplir metas.
Instinto y Etología:
Las publicaciones de Charles Darwin sobre la evolución de las especies inspiraron la idea de que las conductas son causadas por la genética heredada. Definió a los instintos como formas de reaccionar innatas (no aprendidas o por experiencia) que se realizan para vivir y sobrevivir. Describió, por ejemplo, como diversos animales erizan los pelos ante una amenaza para parecer más grandes, o como algunas expresiones faciales humanas se encuentran de manera universal en todas las culturas. Sin embargo, la definición imprecisa del concepto de instinto dio lugar a que a lo largo de los años se identificaran miles de instintos, hasta tal punto que cualquier conducta se consideraba como un instinto específico. Por ello, la ciencia se ha alejado del concepto de instinto y usa el término de conducta innata.
El estudio de las conductas puramente innatas (las no aprendidas) se realiza en la etología. Konrad Lorenz, Nikolaas Tinbergen, Irenäus Eibl-Eiblsfeldt y otros, aún usando el concepto de instinto, describieron las conductas animales (y algunas humanas) y su motivación mediante el patrón de acción fija, que se define como una conducta o respuesta que se realiza de manera automática al encontrar un estímulo. Ejemplos ilustrativos en animales son el seguimiento de las crías de pato al primer ser que ven al salir del huevo o el cortejo y el apareamiento de animales por la recepción de feromonas. En los seres humanos se han encontrado múltiples reflejos primitivos que poseen los recién nacidos y que desaparecen con el desarrollo de la corteza cerebral a los pocos meses con el crecimiento (pueden reaparecer con lesiones corticales). Entre ellos se encuentran el reflejo de natación, de succión, de caminar, etc. Estudios posteriores en anatomía y neuropsicología han mostrado que en realidad las conductas más complejas no pueden explicarse de manera tan simple pues, como descrito en otras entradas en este blog, existen muchas formas de control de los estímulos recibidos y percibidos, y las respuestas emitidas. Por lo tanto, se considera hoy en día que las bases de la conducta y de la motivación son biológicas y que el entorno y el individuo las modulan.
La psicología evolucionista es un paradigma de investigación que, siguiendo la línea de Darwin, defiende que la conducta de los animales (y de los humanos) es el resultado de los milenios de evolución y selección natural, que se transmite por los genes y que se ha desarrollado para garantizar la supervivencia y la reproducción. Por ello, trata de identificar cómo estos influyen, de manera directa o indirecta, en los comportamientos cotidianos. Su interés se ha centrado sobre todo en la investigación de la motivación por el altruismo, el parentesco, el comportamiento sexual y de atracción. Así por ejemplo, William Donald Hamilton propuso una ecuación según la cual el altruismo se rige por la tendencia natural de maximizar la eficacia de la propia genética y los costes a afrontar por ser altruista.
– En el caso del parentesco y la familia, Hamilton defendió, al igual que David Buss, que el altruismo o la ayuda familiar se producen por la probabilidad de aumentar el éxito de supervivencia y de reproducción de los descendientes, y por lo tanto de la propia genética (por ejemplo, un padre trabaja para alimentar a sus hijos, aunque le cueste la salud o vida, porque sus genes prosiguen en sus hijos y en su descendencia). Sin embargo, aunque la relación familiar es importante en la aparición de conductas de altruismo, esta afirmación debe ser tomada con precaución, pues una relación familiar no implica o predice directamente que se de el altruismo o la ayuda.
– Respecto a la crianza de la descendencia, David Buss también afirmó que las madres cuidarían más a sus hijos que los padres por tres posibles razones: La incertidumbre de estos de ser realmente los padres, la libertad de los hombres para irse o estar con otra mujer, y que los hombres pierden más oportunidades de reproducirse si cuidan a los hijos. En la misma línea, Janet Mann presentó un estudio en el que se mostró que las madres parecían tener la tendencia de cuidar más a sus hijos sanos que a los menos sanos de modo inconsciente.
– Por último, en el tema de selección de pareja, sexo y atracción, Robert Trivers defendió que, como en la crianza de la prole ambos padres invierten tiempo y recursos, la motivación de la selección de la pareja se rige por el componente que más tiene que invertir, las mujeres. Estudios posteriores (como en Dixson, 2010) mostraron cómo las mujeres prefieren, entre otras, parejas entrenadas/fuertes, altas, con caracteres físicos masculinos, y los hombres a parejas jóvenes, con un radio de cadera/cintura y un índice de grasa corporal típico, etc. Otros estudios interesantes muestran cómo machos pueden ganar una reputación de buen cuidador en monogamías, sobre todo si es en el cuidado de prole no propia (Smuts & Gubernick, 1992) o cómo las mujeres pueden mostrar interés por hombres mayores porque pueden servir de seguridad económica y existencial (Buss, 1989).
– David Buss además sostiene que los celos (Buss, 2001), la violencia de género o los asesinatos de pareja (Buss, 2006) o la desvaloración de competidores potenciales por la pareja (Buss, 1990) son mecanismos desarrollados en la evolución para controlar a la pareja o aumentar los costes de la separación.
Aprendizaje: (Ver entrada del blog “Aprendizaje”)
Según el condicionamiento clásico existen estímulos que, al ser percibidos, producen una reacción innata (por ejemplo en el caso del placer/dolor). El aprendizaje asociativo de estos estímulos con otros que anteriormente eran neutros (no producían esa respuesta) puede llevar a que se realicen conductas motivadas por la búsqueda o evitación de estos estímulos o de estas respuestas (por ejemplo, no ir en avión por miedo a estrellarse o fobia).
Sin embargo, la situación más ejemplar ocurre con el condicionamiento operante, cuando se aprende que una conducta conlleva cierta recompensa/refuerzo, o un desrefuerzo o castigo. Los refuerzos y desrefuerzos pueden actuar como brújula del comportamiento y del pensamiento que motivan a realizar diversas conductas, o suprimirlas, en búsqueda de un resultado (por ejemplo, la educación de un perro a sentarse para que reciba una galleta, o que un niño limpie su habitación para poder jugar algún videojuego).
En los humanos (al menos) el aprendizaje lleva últimamente a la creación de hábitos, expectativas (si hago algo ocurrirá algo), metas y deseos (deseo agua porque calma la sed), y es parte fundamental de la (des)esperanza.
Motivación primaria organísmica:
La motivación primaria hace referencia a todas las necesidades, apetencias o motivaciones que son innatas, así por ejemplo, es inherente en cualquier especie la búsqueda de placer o de estímulos positivos, y evitar estímulos negativos en lo posible (hedonismo). Asimismo, desde la fisiología se han observado varios fenómenos que ocurren dentro del organismo de un ser vivo y que controlan la extensión o distribución de sus recursos (como agua, glucosa o minerales) para crear y mantener un equilibrio interno estable (denominado homeostasis), y compensar los cambios que ocurren dentro y fuera del cuerpo. En la psicología se emplea este concepto bajo la consideración de que los desequilibrios organísmicos, como la falta de alimento, agua, descanso y sexo, conllevan el surgimiento de pulsiones (término ahora anticuado) o motivación para satisfacer dichas necesidades y volver al estado de equilibrio anterior.
El hambre surge ante un déficit energético de nutrientes, aunque en la ingesta de comida también influyen otros factores como los hábitos, las hormonas y de la situación (por ejemplo, una mayor ingesta de comida al comer con familiares o amigos, o al ver la televisión) que pueden actuar como estímulos o incentivos. Las señales fisiológicas del hambre dependen del nivel de glucosa en sangre: un nivel bajo produce una liberación de glucagón en el páncreas que se convierte en glucosa en el hígado, un nivel alto conlleva la segregación de insulina en el páncreas con la que las células toman glucosa de la sangre. Acto seguido, la información de déficit es recogida en el tronco cerebral y llevada al hipotálamo, desde donde diversas hormonas controladas por la leptina regulan la necesidad y la motivación de la ingesta (mayor por Orexina, Neuropéptido Y y la hormona concentradora de melanina) y el ritmo del metabolismo (mayor por el Péptido CART y la hormona alfa-melanocito-estimulante). Las señales de saciedad dependen de los lípidos, de la liberación de hormonas (como la leptina de los adipocitos del tejido graso y la ghrelina en el estómago), y de los receptores sensoriales mecánicos (de distensión) en el estómago, y químicos en el intestino y el hígado. La información sobre la saciedad se conduce al cerebro por dos vías: por el nervio facial de la lengua, y por el nervio vago que recoge la información de los órganos internos. Hoy en día se investiga la relación entre leptina, ghrelina y obesidad. Porque, aunque es verdad que muchas veces el sobrepeso se deba al consumo exagerado de azúcar, grasa, y a hábitos poco sanos, existen muchos casos en los que un trastorno de estas hormonas y/o la desensibilización de los receptores sensoriales conllevan una ingesta exagerada difícil de controlar. Por otro lado, la anorexia y la bulimia nerviosa tienen un gran componente psicológico y motivacional en la formación de la enfermedad. Finalmente, cabe destacar que para la disminución del peso por una variación de dieta conviene realizar un cambio gradual y a largo plazo de la alimentación, pues dietas que juegan con un déficit de algún tipo de nutriente (dietas bajas en azúcares, bajas en grasa…) y dietas a corto plazo suelen producir un incremento de peso (a veces incluso por encima del peso anterior a la dieta) al terminar. Esto se debe, por ejemplo, a que los receptores sensoriales y hormonales tardan muchos meses en cambiar (Sumithran, Prendergast, Delbridge, Purcell, Shulkes, Kriketos & Proietto, 2011).
En la sed el cuerpo señaliza la falta de hidratación o de sales minerales. Se distinguen dos tipos: La sed hipovolémica que ocurre por pérdida de sangre o de líquido extracelular y es registrada por lo barorreceptores en los vasos sanguíneos, y la sed osmótica, registrada por osmorreceptores en el hipotálamo y los riñones, que consiste en la pérdida de líquido intracelular por la redistribución del agua por un aumento de la concentración de sales minerales o por la eliminación del organismo en forma de orina y sudor (entre otras). Ante la detección de falta de hidratación o de sales minerales, se libera aldosterona (en el sistema renina-angiotensina-aldosterona) en los riñones y vasopresina en la hipófisis para aumentar la presión arterial, retener orina y reabsorber agua. Gran parte del líquido usado en el cuerpo proviene del procesamiento de la comida ingerida, la otra parte proviene de la ingesta de bebidas que son absorbidas en el intestino. La falta de líquido y de sales minerales en el organismo produce deshidratación, que puede causar una gran cantidad de problemas como fatiga, sueño, mareos, dolor de cabeza o dificultades en el habla, y en el peor de los casos la muerte en 3 a 5 días. Otros trastornos de la ingesta o eliminación de líquido son la polidipsia (ingesta excesiva – como puede ocurrir en esquizofrenia y otras enfermedades (Porth, 1990) que puede llevar a una intoxicación de agua (disfunción de los impulsos nerviosos por la disolución excesiva de los sales minerales), la poliuria (excesiva orinación). la adipsia (falta de sed) o la oliguria (poca orinación).
El sueño permite conservar energía y favorece el desempeño del metabolismo, del desarrollo y de la recuperación corporal y del aprendizaje. Como otros mecanismos del organismo (temperatura, hormonas, etc.) sigue un ritmo biológico que se repite cada cierto tiempo (un ritmo circadiano de 24 horas). Es decir, el sueño no es algo que simplemente se active y desactive, sino que es un círculo continuo de fases de sueño y descanso, y fases de vigilia o de arousal elevado (ver arousal en el apartado de “Atención sostenida” en la entrada del blog “Atención”). La iniciación y acumulación del sueño se controla desde el Sistema Activador Reticular Ascendente (SARA) en el tronco del encéfalo, que se interconecta (in)directamente con el mesencéfalo por neurotransmisores (Noradrenalina, Acetilcolina y GABA ), y el hipotálamo y tálamo, que reciben información sobre la luminosidad de la retina y que producen hormonas relacionadas con la atención y la iniciación del sueño (Histamina, Orexina y Melatonina). Otro elemento que se acumula durante la actividad metabólica del glucógeno es la hormona Adenosina, que inhibe la liberación de Dopamina, Acetilcolina y Noradrenalina. Las fases más representativas del ciclo de vigilia y sueño son el estado de alerta (estar despierto), recién dormido (donde comienzan a relajarse los músculos), y el sueño profundo o de ondas lentas (con la máxima relajación) que se intercambia con el sueño ligero REM (Rapid Eye Movement), en el que se dan la mayoría de los sueños y los más intensos. Este ciclo se repite varias veces al estar dormido, disminuyendo la duración de la fase de sueño profundo con cada repetición hasta despertarse (en el sueño REM es al revés). En la depresión ocurre lo contrario, la fase de sueño profundo comienza con poca duración y aumenta cada vez más. Otros trastornos relacionados con el sueño son problemas específicos de las fases, la narcolepsia (sueño repentino incontrolado), apnea (paros respiratorios de segundos y minutos), bruxismo (moler de dientes), hiper/hipo/insomnia (demasiado/poco sueño o no poder dormir) o insomnia familiar letal (incapacidad para dormir).
El sexo hace referencia a las necesidades, apetencias y preferencias eróticas (a menudo aprendidas) que giran entorno al placer relacionado con los actos originalmente destinados a la reproducción. En humanos y primates cercanos no existe una necesidad determinante del sexo (no tiene por qué ser satisfecha obligatoriamente o causar conductas específicas), mientras que en otras especies animales sí lo es (tienen conductas determinadas por las feromonas, para los efectos de los feromonas en humanos ver la parte de “Olfato” en la entrada del blog “Sensación y percepción”). El desarrollo de la sexualidad ocurre primordialmente durante la pubertad (el desarrollo de los aparatos reproductores y los caracteres sexuales secundarios), aunque también los niños suelen mostrar algún tipo de conductas sexuales de manera natural (Friedrich, Fisher, Broughton, Houston & Shafran, 1997). Sobre la atracción, las preferencias y la orientación sexual se ha encontrado que dependen de un componente genético (descrito en el apartado de “Psicología Evolucionista”), de la estructura neurológica (al menos en hetero- y homosexuales hay diferencias cerebrales demostrables), y que influyen el aprendizaje y la cultura (lo considerado erótico depende de la experiencia y del entorno).
– En la fase de excitación sexual ocurre una reacción placentera del sistema límbico (principalmente las áreas de recompensa y el tálamo) a ciertos estímulos, que bien pueden ser físicos en los mecanorreceptores sensibles (caricias), o bien psicológicos (pensamientos, imágenes…). También aumentan la presión arterial y el pulso, y crecen los genitales por la acción del sistema nervioso parasimpático (autónomo) en la médula espinal.
– Durante la fase de meseta se mantiene la excitación en el nivel deseado segregándose sustancias lubricantes en las paredes vaginales y el líquido preseminal.
– En la fase de orgasmo, el sistema nervioso simpático causa contracciones musculares, cambios en los genitales, la eyaculación de semen y la liberación de endorfinas y de oxitocina.
– En el periodo refractario, el sistema sanguíneo vuelve al equilibrio y aumenta la dificultad de estimulación sexual por la recuperación de las células nerviosas.
Entre los trastornos se encuentran las parafilias (fantasías o apetencias sexuales fuera de lo considerado normal), problemas de identidad (con gran componente social), adicción al sexo, disfunción eréctil, eyaculación prematura, anorgasmia, vaginismo (contracción excesiva involuntaria de la vagina), enfermedades transmisibles o malformaciones. En general, cualquier problema psicológico (de estado de ánimo, estrés, enfermedad…) puede manifestarse en problemas sexuales.
La búsqueda del placer (lo positivo) y la evitación del dolor (lo negativo) son otras dos fuentes de motivación primaria que a menudo son parte de otras motivaciones, de las funciones cognitivas en general, las emociones, la conducta y de las actividades que se realizan. Un ejemplo de cómo el placer puede motivar la conducta es la curiosidad, pues la búsqueda y el análisis de estímulos o información nueva conlleva la activación del circuito de recompensa que produce bienestar. El placer y el dolor se nombran juntos porque ambos, aunque tengan mecanismos de acción físicos diferentes (los circuitos neurológicos de recompensa y de dolor, descritos en las entradas del blog “Los componentes del sistema nervioso y sus funciones” y “Sensación y percepción”), pueden darse al mismo tiempo o consistir de lo mismo (por ejemplo, en el sadomasoquismo). Psicológicamente sólo hay que añadir que los pensamientos y recuerdos asociados al sistema límbico o al circuito del dolor pueden producir casi el mismo efecto de dolor o placer que un estímulo físico, pero sin que esté presente. Así, se ha encontrado que las emociones sociales fuertes, como por la muerte de seres queridos o la separación, pueden activar las mismas zonas de dolor que el dolor físico (Henningsen, Gündel & Ceballos-Baumann, 2006), o que podemos sentir el dolor de otros por empatía (Lamm, Decety & Singer, 2011). Es de esperar, que lo mismo ocurra con el placer.
Motivación secundaria social:
La motivación secundaria o social surge durante el desarrollo como persona en relación con el entorno social y los incentivos que ofrece.
El motivo de autodeterminación o autonomía es poder elegir qué, cómo y cuándo hacer algo, sin las restricciones impuestas desde el propio individuo o el entorno. Se considera fundamental para garantizar el mejor desarrollo del potencial de una persona para que sea independiente. El rendimiento en tareas y metas elegidas de manera propia es mayor que en tareas impuestas.
El motivo de afiliación es la necesidad de establecer y mantener relaciones positivas y afectivas con una o varias personas. Se ancla a un miedo de rechazo social (se convierte en necesidad cuando hay carencia de relaciones). Puede darse también como necesidad de relaciones íntimas de cercanía. Se afirma que su origen está en el desarrollo del apego en la infancia (ver entrada del blog “Psicología evolutiva”).
El motivo de logro o competencia se define como la búsqueda de éxito en la competición con otros, un criterio de excelencia o en una situación, y permite realizar tareas, no demasiado difíciles o arriesgadas, con energía y perseverancia. Influye en el rendimiento profesional, el emprendedurismo y en la innovación.
El motivo de poder hace referencia al control o la influencia que se quiere tener sobre el entorno y los demás para poder cambiarlo. Personas con alta motivación de poder pueden ser más agresivas y asertivas, y también actúan más como líderes.
Intrínseco vs Extrínseco:
En la psicología se han descrito dos orígenes de la motivación desde el punto de vista del lugar de dónde sale. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, se dan los dos tipos de manera mezclada. Así, un videojuego ofrece una posibilidad de exploración y de descubrimiento (motivación intrínseca), al igual como recompensas por cumplir, por ejemplo, con misiones (motivación extrínseca). En concreto:
– La motivación intrínseca hace referencia a aquella que surge dentro del propio individuo por el mero hecho de alcanzar placer o bienestar, satisfacer alguna necesidad o cumplir un reto o con los propios valores y creencias (un ejemplo es trabajar por vocación).
– La motivación extrínseca hace referencia a aquella que se dirige a alcanzar alguna recompensa, evitar algo impartido desde fuera del individuo, cumplir con lo que se espera de uno o con los valores y creencias de otro (un ejemplo es trabajar por dinero).
Cabe destacar que, en casos, es posible que se reemplazo de la motivación intrínseca (tocar un instrumento por gusto) por motivación extrínseca (seguir tocando el instrumento por dinero) cuando se comience a recibir recompensas o incentivos desde fuera. El hecho contrario (cambiar motivación extrínseca por intrínseca) es más difícil o improbable de darse.
Referencias:
– La información esencial sobre las perspectivas del estudio de la motivación ha sido abstraída del libro “¿Por qué hacemos lo que hacemos? Dimensiones básicas de la motivación humana.” de los Profesores de la Universidad de La Laguna Elena Rosa Gámez Armas e Hipólito Marrero Hernández.
– La información esencial sobre las bases neurológicas y biológicas de la motivación organísmica se ha abstraído de la “Guía Didáctica de Psicología Fisiológica” de los Profesores de la Universidad de La Laguna Enrique Burunat Gutiérrez, Sergio Hernández Expósito y Rosa María Arévalo García.
– Buss, D.M. (1989). Sex differences in human mate preferences: Evolutionary hypotheses tested in 37 cultures. In: Behavioral and Brain Sciences. 12, 1–39.doi:10.1017/S0140525X00023992.
– Buss, D.M. (2000). Dangerous Passion: Why Jealousy Is As Necessary As Love and Sex. Diane Pub Co. ISBN 978-0-7567-6548-4, S. 258.
– Buss, D.M. (2006). The Murderer Next Door: Why the Mind Is Designed to Kill. Penguin. ISBN 978-0-14-303705-7, S. 288.
– Buss, D.M., Dedden, L. (1990): Derogation of competitors. In: Journal of Social and Personal Relationships. 7, 395–422. doi:10.1177/0265407590073006.
– Dixson, B.J.W. (2010). Sexual Selection and the Evolution of Human Physique. Doctoral Thesis of Philosophy in Ecology and Biodiversity. Victoria University of Wellington. 251.
– Friedrich, W.N., Fisher, J., Broughton, D., Houston, M., Shafran, C.R. (1998). Normative Sexual Behavior in Children: A Contemporary Sample. Pediatrics, Vol. 101 No. 4, pp. e9
– Henningsen, P., Gündel, H., Ceballos-Baumann, A. (2006). Neuro-Psychosomatik – Grundlagen und Klinik neurologischer Psychosomatik. Schattauer GmbH, Stuttgart 2006, ISBN 978-3-7945-2378-8, S. 19-22
– Lamm, C., Decety, J., Singer, T. (2011). Meta-analytic evidence for common and distinct neural networks associated with directly experienced pain and empathy for pain. Neuroimage, 54(3):2492-502.
– Porth, C. M. (1990). Pathophysiology: Concepts of altered health states. Philadelphia: J.B. Lippincott Company.
– Smuts, B.B., Gubernick, D.J. (1992). Male-infant relationships in nonhuman primates: paternal investment or mating effort?. In: Barry S. Hewlett (Hrsg.): Father-Child Relations: Cultural and Biosocial Contexts. Aldine De Gruyter, New York 1992, ISBN 0-202-01188-7, S. 1–30